20 de julio de 2013

Hans Fallada: El bebedor

Hans Fallada: Der Trinker. 1950.

Hans Fallada escribe la novela en la cárcel en 1944 y no se publica en alemán hasta 1950. Es traducida al español por Christian Marti-Menzel para Seix-Barral en 2012, gracias a lo cual hemos descubierto a este gran autor que vivió hasta el final del nazismo. ¿Qué pasa en España con la literatura europea del siglo XX, a qué se debe este desconocimiento?

En El bebedor se experimenta la transformación de Erwin Sommer, comerciante al por mayor de suministros para diversas instituciones, al iniciarse en el alcohol. Relaciona el narrador, el propio Sommer, su propensión a la bebida con el desapego de su esposa, Magda, y el creciente fracaso de sus negocios. Es Erwin Sommer un tipo convencional, conservador y aburrido que a fuerza de monotonía desatiende tanto su empresa como sus emociones, según él su falta de carácter exige la atención constante de los otros, a pesar de lo cual, ofrece una imagen convincente de seguridad en sí mismo que hasta hoy ha servido para mantener en pie su nombre- Herr Erwin Sommer, su empresa y su matrimonio con Magda.

La novela está narrada en primera persona, comienza en pasado: “Por supuesto que no siempre he bebido”, a la manera del testimonio de alguien que ha de justificar sus acciones ante los otros y a la vez tratar de convencerse a sí mismo de la reversibilidad de su hundimiento.

Con todas las reservas que puede suscitar una traducción, la degradación de Herr Sommer se plasma en las variaciones de uso del lenguaje que atañen a los distintos ámbitos por los que discurre su vida a partir de que se inicie el viaje al aguardiente. El grado de euforia se manifiesta en la fuerza que otorga a sus palabras cuando el cinismo y la mentira lo enfrentan a su mujer, a quien acabará amenazando de muerte, o en la complicidad con la tabernera- “ma reine d'alcool”- a la cual confunde en medio del delirio que transforma su realidad en quimera.

Tras ser denunciado por su esposa, Erwin Sommer es condenado a prisión primero y más tarde es ingresado en un psiquiátrico para su rehabilitación. Aquí comienza la degradación moral y física del personaje, se evidencia la hipocresía social que permite que existan lugares donde, bajo el pretexto de aislar el delito y al delincuente, prosperan la vejación, la humillación, la delación, el contrabando, la prostitución y el ejercicio del poder absoluto sobre la vida de las personas en manos del director de la Institución que juega con estas a su antojo para su propio ascenso.

La vida patibularia comienza con la pérdida de la libertad, sigue con el uniforme, una camisa, y culmina con la pérdida de la identidad: acostumbrado a ser tratado de usted, Herr Sommer pasa a ser simplemente Sommer, un Tú sin respeto, solo uno más, un caso olvidado en un lugar fantasma. Las personas devienen funciones para dejar de ser individuos, el chivato, el fuerte, el jefe, el proxeneta, nada que recuerde quién fue antes y nada que prevea un futuro fuera de allí. Vidas en manos de guardianes a los que nadie vigila en un microcosmos en algunos aspectos similar a los que han revivido supervivientes de de los campos de concentración y exterminio como Primo Levi o Jorge Semprún, quienes describen el proceso por el que las personas acaban convertidas en objetos, en fardos de ropa aislados bajo los cuales se oculta aquel que ya se ha abandonado para esperar la muerte, la desaparición.

La degradación personal que sufre Sommer (rodeado de compañeros como Herbst o Holz, defendido por un torpe abogado Husten) se asemeja y contrasta con el delírium trémens del cónsul británico Firmin de Bajo el volcán de Lowry y el personaje bueno de La Leyenda del Santo bebedor de Joseph Roth- escritor alcohólico hasta las últimas consecuencias como Fallada- que busca hasta el final la redención.

Hans Fallada es un autor cuyas descripciones escuetas, frases breves y adjetivación concisa son capaces de transmitir con intensidad la impotencia del individuo ante sí mismo y ante el sistema. Usa un lenguaje directo que no permite distracciones ni sugerencias, la realidad es descarnada, por tanto su novela lo es, no deja ningún resquicio a la esperanza.






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