Hans
Fallada: Der Trinker. 1950.
Hans
Fallada escribe la novela en la cárcel en 1944 y no se publica en
alemán hasta 1950. Es traducida al español por
Christian Marti-Menzel para Seix-Barral en 2012, gracias a lo cual
hemos descubierto a este gran autor que vivió hasta el final del
nazismo. ¿Qué pasa en España con la literatura europea del siglo
XX, a qué se debe este desconocimiento?
En
El bebedor se experimenta la transformación de Erwin Sommer,
comerciante al por mayor de suministros para diversas instituciones,
al iniciarse en el alcohol. Relaciona el narrador, el propio Sommer,
su propensión a la bebida con el desapego de su esposa, Magda, y el
creciente fracaso de sus negocios. Es Erwin Sommer un tipo
convencional, conservador y aburrido que a fuerza de monotonía
desatiende tanto su empresa como sus emociones, según él su falta
de carácter exige la atención constante de los otros, a pesar de lo
cual, ofrece una imagen convincente de seguridad en sí mismo que
hasta hoy ha servido para mantener en pie su nombre- Herr Erwin
Sommer, su empresa y su matrimonio con Magda.
La
novela está narrada en primera persona, comienza en pasado: “Por
supuesto que no siempre he bebido”, a la manera del testimonio
de alguien que ha de justificar sus acciones ante los otros y a la
vez tratar de convencerse a sí mismo de la reversibilidad de su
hundimiento.
Con
todas las reservas que puede suscitar una traducción, la degradación
de Herr Sommer se plasma en las variaciones de uso del lenguaje que
atañen a los distintos ámbitos por los que discurre su vida a
partir de que se inicie el viaje al aguardiente. El grado de euforia
se manifiesta en la fuerza que otorga a sus palabras cuando el
cinismo y la mentira lo enfrentan a su mujer, a quien acabará
amenazando de muerte, o en la complicidad con la tabernera- “ma
reine d'alcool”- a la cual confunde en medio del delirio que
transforma su realidad en quimera.
Tras
ser denunciado por su esposa, Erwin Sommer es condenado a prisión
primero y más tarde es ingresado en un psiquiátrico para su
rehabilitación. Aquí comienza la degradación moral y física del
personaje, se evidencia la hipocresía social que permite que existan
lugares donde, bajo el pretexto de aislar el delito y al delincuente,
prosperan la vejación, la humillación, la delación, el
contrabando, la prostitución y el ejercicio del poder absoluto sobre
la vida de las personas en manos del director de la Institución que
juega con estas a su antojo para su propio ascenso.
La
vida patibularia comienza con la pérdida de la libertad, sigue con
el uniforme, una camisa, y culmina con la pérdida de la identidad:
acostumbrado a ser tratado de usted, Herr Sommer pasa a ser
simplemente Sommer, un Tú sin respeto, solo uno más, un caso
olvidado en un lugar fantasma. Las personas devienen funciones para
dejar de ser individuos, el chivato, el fuerte, el jefe, el
proxeneta, nada que recuerde quién fue antes y nada que prevea un
futuro fuera de allí. Vidas en manos de guardianes a los que nadie
vigila en un microcosmos en algunos aspectos similar a los que han
revivido supervivientes de de los campos de concentración y
exterminio como Primo Levi o Jorge Semprún, quienes describen el
proceso por el que las personas acaban convertidas en objetos, en
fardos de ropa aislados bajo los cuales se oculta aquel que ya se ha
abandonado para esperar la muerte, la desaparición.
La
degradación personal que sufre Sommer (rodeado de compañeros como
Herbst o Holz, defendido por un torpe abogado Husten) se asemeja y
contrasta con el delírium trémens del cónsul británico Firmin de
Bajo el volcán de Lowry y el personaje bueno de La Leyenda
del Santo bebedor de Joseph Roth- escritor alcohólico hasta las
últimas consecuencias como Fallada- que busca hasta el final la
redención.
Hans
Fallada es un autor cuyas descripciones escuetas, frases breves y
adjetivación concisa son capaces de transmitir con intensidad la
impotencia del individuo ante sí mismo y ante el sistema. Usa un
lenguaje directo que no permite distracciones ni sugerencias, la
realidad es descarnada, por tanto su novela lo es, no deja ningún
resquicio a la esperanza.
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